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¡A la Colombia Humana de a pie!

Hernán Alejandro Cortés

“La madurez política de algunos de los representantes de la Colombia Humana se jugará hoy en que conviertan la posibilidad de agencia política en poder a través de las instituciones. Si esto no se logra a nivel regional estaremos ante liderazgos caducos que siguen pensando la política como un juego de intereses personales. Mi mayor temor es que la esperanza y la indignación de las personas se conviertan en fichas para el juego de ajedrez de unos que, diciendo querer la transformación, lo único que añoran es la salvaguarda de sus intereses“.

Hablo como un espectador. No he estado en las reuniones asamblearias de la Colombia Humana, ni me inscrito en los círculos programáticos desde donde se dibujan las apuestas de nación, tampoco he estado en las reuniones en las que se acuerdan los mínimos para decidir avales. Lo que aquí queda consignado será un vistazo lejano de lo que desde las elecciones presidenciales del año pasado se ha denominado Colombia Humana. No pretendo sentarme en el banquillo del juez, ni en el del acusador. Todo lo contrario, quisiera que las ideas que aquí salen a flote puedan ser parte de un debate público al interior del que – sin duda – es el movimiento democrático más importante de los últimos 30 años en la historia del país. 8.029.080 votos representan una fuerza ciudadana contundente que se viene cristalizando como movimiento político tras años de lucha por la profundización de la democracia. Esos votos son la evidencia de que algo se quebró en la alianza entre las élites del poder oligárquico en Colombia y que una nueva fuerza de cambio se alza, con estrategias distintas, por la transformación de un país que le ha dado la espalda los procesos de cambio de sus vecinos en América Latina. Creo que hay que prestar oído a cuatro puntos para seguir avanzando.

Sabemos que el camino no es fácil, por ello tendremos que estar prestos a la crítica para no desfallecer ni caer en los eternos ciclos de discusión que la derecha nos impone. Resultará necesario afinar el olfato para reconocer los síntomas de lo viejo que se está muriendo y lo signos de lo que está por venir. Considero que el primer síntoma es el poder oligárquico. Resulta clave reconocer que dentro de la pluralidad de voces de la Colombia Humana, se esconden voces tradicionales, ancladas en las viejas formas de hacer política; bajo expresiones como “soy el ungido(a) de Petro” se pasean, municipio por municipio, personajes reproduciendo la idea que la legitimidad de la Colombia Humana viene de arriba hacia abajo, que desde Bogotá se cocinan las decisiones para el país y que hay “una mente maestra” que tiene la fórmula ganadora para las elecciones regionales. El comportamiento de estos “ungidos” no distancia a la Colombia Humana de las tradicionales formas de hacer política en Colombia, tal y como lo hacen hoy los liberales con el “nietecito Turbay”.

Una de las grandes encrucijadas políticas a las que se enfrenta el movimiento político de la Colombia Humana consiste en escapar a una perpetuación del “poder oligárquico”, un poder que proviene de castas, de apellidos, de múltiples formas de violencia y exclusión cuya manifestación orgánica son los tradicionales “cacicazgos” electorales. El poder oligárquico amenaza la democracia porque se legitima con bautizos públicos y correrías en reuniones privadas, exponiendo los procesos organizativos a las voluntades de “líderes” que creen vivir en un corral. Prestar atención a los liderazgos caudillistas resulta imperante si queremos hacer de la política una fuerza común. Tenemos que afinar el oído para identificar a los “dueños” de la Colombia Humana y organizar a las comunidades que se pelearon los votos, casa a casa, para que se construyan liderazgos colectivos e inteligentes con mecanismos de decisión vigilantes y atentos. Si le apostamos a una transformación ético-política lo primero que hay que poner sobre la mesa es el interés personal. La Colombia Humana no le pertenece a nadie, adjudicarle un movimiento de este tamaño a alguien nos dejará en el pantano de la política tradicional.

También resultará clave comprender que una transformación de las estructuras desiguales en este país no ocurrirá de un día para otro, ni la podrán lograr los “petristas (o los claudistas, o los Hollmistas, o los Rojistas, o los “activistas”) pura sangre” en solitario. El viejo fantasma que se asoma sobre la coyuntura es el de la convergencia electoral; allí es donde más destella el poder oligárquico, si los líderes de estos movimientos hoy se niegan a una convergencia habrán negado el sentido mensaje de las ciudadanías libres. La altura de sus decisiones se medirá en reconocer a aliados y competidores para – desde las diferencias – trabajar de frente contra esa “minoría oligárquica” enemiga de todos. Será imperante trabajar en el diseño de mecanismos de control social a los liderazgos que hoy son parte del eje de representación del movimiento, a quienes les agradecemos ir allanando los terrenos para que la esperanza florezca. Continuar con el desarrollo de “alianzas y convergencias” como una expresión de la voluntad de buena parte del pueblo cansada de todo lo que pasa.

Los signos del porvenir se han expresado de distinta manera. La mayor ventaja de la Colombia Humana es que las transformaciones que se propone son grandes, eso nos ha permitido, a buena parte de los que soñamos con un país distinto, imaginar una agenda de gobierno de cara al futuro. Que la Colombia Humana se convirtiera en poder regional en estas elecciones podría ser la evidencia de que hay juego para largo rato y que la agenda programática está más allá de las diferencias personales que hay al interior del movimiento. La madurez política de algunos de los representantes de la Colombia Humana se jugará hoy en que conviertan la posibilidad de agencia política en poder a través de las instituciones. Si esto no se logra a nivel regional estaremos ante liderazgos caducos que siguen pensando la política como un juego de intereses personales. Mi mayor temor es que la esperanza y la indignación de las personas se conviertan en fichas para el juego de ajedrez de unos que, diciendo querer la transformación, lo único que añoran es la salvaguarda de sus intereses.

Gente que voto a la Colombia Humana de a pie, gente que ha estado observando las rencillas y la falta de claridad política de sus líderes, estamos en la tarea de hacer una veeduría ciudadana a los efectos y a las responsabilidades que se derivan de la fuerza que comenzó a andar el año pasado. Es nuestra fuerza la que realmente hace cambios, son nuestras charlas diarias, nuestras peleas en el comedor de la casa, nuestras discusiones con los tíos y tías homófobas, nuestras reflexiones atascados en los trancones las que posibilitan que podamos imaginar un país distinto. La Colombia Humana no le pertenece a nadie, nadie puede ser dueño de su nombre, ni de sus votos, ni de su programa; la legitimidad del liderazgo que hoy tienen a favor Gustavo Petro y Ángela María Robledo, etc. es loable, se la han ganado a pulso, hay que reconocer su gran esfuerzo en construir la carretera por la que andará buena parte del futuro de un país que merece un cambio. Pero las tareas urgentes de la transformación del país nos pertenecen y son responsabilidad de todos.

¡Convergencia, organización y crítica! Han de ser nuestras demandas en tiempos difíciles!

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