Votar contra la indiferencia, votar porque algo pasa
Escribir a vísperas de una elección como la de mañana es un intento cómodo para exponer preocupaciones. Sé de sobremanera que este intento tendrá una trascendencia mínima, sobre todo en una sociedad que reniega del cambio y en la que habita un espíritu conservador e indiferente como la colombiana. Solo hay que observar la forma en la que las campañas anti-Petro van juntándose con ese sentido común conservador y van augurando que el electorado de nuestro país tendrá años difíciles por delante. El espíritu conservador y reaccionario lo hemos visto en los actos de sabotaje que se fraguaron en la ciudad de Cúcuta, actos que nos recordaron la negra campaña de 1990 en la que fueron asesinados cuatro candidatos presidenciales de fuerzas alternativas y democráticas. Ese mismo espíritu conservador lo hemos visto en decenas de personas que siguen a candidatos que han demostrado que no gobiernan para las mayorías y que se ocupan, retóricamente, de decir que están con el pueblo, pero que en sus actos de gobierno lo único que exponen es una creciente frontera entre el pueblo y sus intereses personales. También hemos visto a los medios de comunicación promover una serie de premisas que refuerzan ese sentido común conservador que ha sido hegemónico en este país durante décadas.
Si somos brutalmente realistas sabremos que los resultados de mañana en la tarde serán devastadores, que tendremos bancadas fuertes de partidos que son una verdadera vergüenza para un país que se dice a sí mismo democrático. Con un sinsabor bastante amargo tengo que decir que mañana es posible que el Centro “Democrático” se consolide como primera fuerza en el legislativo, seguido del partido Liberal y de Cambio Radical. Tres partidos que nos han mostrado con creces que el juego de la democracia puede ser tan peligroso como cualquier régimen con tintes dictatoriales. No es hora de citar los datos, pero para nadie es un secreto que somos uno de los países más desiguales del continente, con las peores tasas de acceso a la educación superior y con un alto índice de concentración de la tierra y la riqueza. En boca de cualquiera de estos politiqueros clásicos palabras como democracia, igualdad, justicia, paz, etc., son un chiste mal contado. Lo único que han hecho durante generaciones es heredar privilegios, usar el Estado como su chequera personal para defender los intereses de sus amigos y allegados. Hay que revisar las páginas de sociales de los periódicos para ver como sus diferencias en televisión son parte de un performance, pues mientras los uribistas acusan a los santistas de impuros, sus hijos se casan y se ennovian, como si fuesen familias de la edad media; los “politiqueros” de este país van heredando y usufructuando lo que es de todos.
Pero, así como el pesimismo es una forma de hacerle frente a la realidad, una dosis de optimismo puede ser determinante para imaginar, para frenar el devastador diagnóstico realista que nos cuesta hacer, porque quisiéramos que las cosas fueran de otro modo. Y es que algo está pasando, algo de ese espíritu conservador que está asentado en el sentido común se empieza a resquebrajar. Las razones de ese quiebre pueden ser diversas, pero son patentes en algunos círculos de la sociedad: el desencanto y la indignación han empezado a transformarse en organización, el hastío por los politiqueros de la “rosca” se ha traducido en la emergencia de nuevos liderazgos y el cansancio ante la desigualdad ha venido exponiendo que hay un movimiento social gigante que le ha entregado su vida a la transformación del país. Esto nos ha llevado a descubrir a todos esos héroes que le han dado su vida al movimiento social y que hoy están en algunas de las listas de Senado y Cámara, para decirle ¡NO MÁS! a esa rosca de politiqueros que ha jugado con el legislativo durante décadas. La tarea es difícil. Y aunque hemos visto como estos líderes han enfrentado – con pocos recursos – las grandes maquinarias electorales, los debates y los espacios en la calle, sabemos que la desventaja es de años y que queda mucho por hacer.
Mañana en las urnas puede pasar cualquier cosa. Desde un desfalco en los votos, hasta una sorpresa masiva que encarne ese resquebrajamiento del sentido común conservador. Mañana tenemos una responsabilidad que puede ser determinante, podemos elegir un congreso que siga legislando para las minorías privilegiadas de siempre, o podemos resquebrajar la estructura y permitirles a esos nuevos liderazgos emergentes salir a flote, para producir una nueva forma de hacer política con las mayorías. En la elección de mañana se decidirá quienes sean los que tengan que hacerle frente a puntos clave para lo que viene: la implementación de los Acuerdos de la Habana, una reforma estructural a las instituciones para blindarlas de la mano negra de la corrupción, el desarrollo de una industria nacional sólida y productiva, la construcción de una legislación sólida que le ponga freno a la crisis del sistema de seguridad social (EPS, pensiones), un freno a las políticas minero-energéticas para mitigar el cambio climático y una reforma estructural al acceso a la educación pública y de calidad.
Por eso el voto de mañana tiene una trascendencia especial, tiene que ver con quebrar una continuidad entre el orden establecido por las minorías privilegiadas y la posibilidad de que emerja un espacio para la profundización de la democracia en el país. Hay por quien votar, hay quienes nos representan a los de a pie, hay gente limpia, serena, inteligente, preparada, que representa los intereses de sus colectivos, hay gente que no tiene fincas improductivas, que no anda en camionetas blindadas con 100 escoltas, hay gente que le ha entregado su vida a las comunidades, hay gente que ha encarado con fuerza los intereses de las mayorías, hay gente anónima, ¡hay plebe en esas listas para el legislativo! ¡Hay gente del común! Gente que como usted y como yo se mamaron de que esa minoría privilegiada siga jugando a decidirse el futuro del país, se mamaron de que vivan a costillas de todos, se mamaron de que se roben la plata y de que sigan hablando de democracia. Mañana los invito a votar contra esa minoría privilegiada y los animo a votar por aquellos que tienen la voluntad de cambiar a este país. Yo me alistaré para votar por Gustavo Petro en la consulta presidencial, Francia Márquez para Cámara y Carlos Alberto Benavides para Senado, esperando que al final de la jornada tengamos una bancada que pueda ir frenando la avanzada de esa minoría de privilegiados y que se abra campo a la gente de la plebe que se cansó de que las cosas sigan igual.